atp

obra escénica

ACTOS DE AMOR PERDIDOS

ATP es una obra de danza contemporánea presentada a través de una serie de imágenes visuales y sonoras. 3 cuerpos realizan una serie de pruebas físicas, siguiendo instrucciones en común. El sonido es manipulado en directo a través de la captación de los sonidos que los cuerpos producen, devolviendo el universo sonoro de la obra. ATP se pregunta sobre el porqué y desde dónde habitar la escena, el tiempo y el espacio. Cuando no tengo nada nuevo que decir, pero igualmente sigue teniendo sentido ocupar ese lugar. 

“Todo discurso tiene la idea implícita o inconsciente de apuntar al otro como blanco, es decir, como objeto poseible, transformable. No habría discurso sin esperanza, hablar es esperar. Finalmente seguiré siempre diciendo lo mismo porque en el fondo el tema no es pertinente. Sea lo que fuere que elija como tema, aún en el caso de que no lo hubiera, se trata de la práctica disgresiva, el derecho a la disgresión. Diré siempre lo mismo. Estará lo indirecto, que es del orden de lo ético. Se tratará de una ética.” Roland Barthes 

FICHA TECNICA: Estreno: 27 diciembre 2008. Sala Zavala Muniz, Teatro Solís / Dirección: Tamara Cubas / En Escena: Mariana Marchesano, Santiago Turenne y Miguel Jaime / Música: Francisco Lapetina


Presentaciones:  Zavala Muniz, dic 2008-Enero 2009 / FIBA. Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires. Oct 2009 / Festival Contemporáneo de Danza. San Paulo, Brasil. Nov 2009 / Festival Panorama de Danza. Rio de Janeiro. Brasil, nov 2009 / Bienal de danza del Caribe. La Habana, Cuba. Marzo 2010 / UNAM, México. Abril 2010 / Festival Barroquísimo. Puebla, México. Abril 2010 / Sala La Fundición. Bilbao. España. Octubre 2010 Circuito Red de Salas Alternativas / DT Espacio Escénico. Madrid. España. Octubre 2010 Circuito Red de Salas Alternativas / Teatro Victoria. Tenerife, España. Octubre 2010 Circuito Red de Salas Alternativas

textos y otros

miscelanea

ATP: CUANDO ESTAR AHÍ SIGUE SIENDO IMPORTANTE

Existen obras que son puentes que permiten desentrañar cómo se construye y articula la acción estética. La experimentación en el arte es ante todo experiencia, pero toda investigación, tanto en la ciencia como en el arte, reclama método y sistema; por otra parte, existen diversas perspectivas desde las cuales aproximarse a los fenómenos en general. El arte de nuestro tiempo puede ser autoreferencial: la indagación de lo que la danza es como danza cae en este terreno. La vivencia de la interioridad de una práctica artística puede ser directa y visible, de manera tal que nos permita comprender las razones más profundas y últimas que definen a un arte como tal. De la danza construida bajo estos principios se podría decir que es la forma más pura porque no acude en su construcción más que a los elementos formales que le son propios: espacio, tiempo y movimiento, incluso los cuerpos de los bailarines pueden estar desprovistos de toda significación cultural o emocional y convertirse en cuerpos (en un sentido abstracto) que ocupan un espacio-tiempo presente.

ATP es la obra que presentó en el Salón de Danza de la UNAM, la agrupación uruguaya Perro Rabioso con una coreografía de Tamara Cubas. El título de la obra hace referencia al trifosfato de adenosina (ATP en inglés), molécula fundamental para la obtención de energía en las células.

ATP descoloca la danza de lugares comunes: no hay historia, ni emociones, ni pasos de danza, incluso el escenario rompe con la convención renacentista de cuerpos al frente, escenografía atrás. Lo que tenemos es un espacio en blanco iluminado con una luz blanca, que generan un ámbito neutral, cuya significación pudiera ser la misma de la hoja o el lienzo en blanco para el escritor o el pintor. Tres extraordinarios bailarines (Mariana Marchesano, Miguel Jaime y Santiago Turenne), cuya tarea es habitar la escena a través de una serie de acciones físicas: caminar, caer, probar el peso del otro, colocar a un cuerpo en su máxima posible elongación, hacer sentir al otro el peso propio. La ambientación sonora a cargo de Francisco Lapetina, apela a las sonoridades corporales producidas por los propios bailarines, además del uso de tres micrófonos que permite ampliar los sonidos del cuerpo y producir nuevos sonidos. Los bailarines entran al escenario y colocan un listado de las escenas que conforman la obra total y al cual habrán de recurrir todo el tiempo, Tamara afirma que ello es así porque le interesa que sus bailarines sólo se preocupen por el tiempo presente. La primera acción que se presenta establece todo el postulado estético de ATP: los intérpretes comienzan con gestos y movimientos apenas perceptibles algunos y otros visibles, tales como movimientos de tráquea, ligeras tensiones corporales que cuestionen el concepto del movimiento en la danza. Hace visible lo invisible, los movimientos y sonoridades internas; ello parece indicarnos que si la danza es movimiento, todo movimiento es danza. En ATP queda claro el punto en dónde la danza no es teatro, de ahí su particularidad como arte, pues el conflicto que sostiene una escena puede estar centrado en la oposición que un cuerpo hace a la gravedad o en probar el peso del otro o cómo caminar sobre la escena sin otro objetivo que caminar. Es cuerpo en movimiento, pero en esta desnudez desprovista de artilugios, hay momentos que se tornan en una crudeza y en una violencia que golpea: pisar al otro es pisar al otro. Toda idea, toda acción es inevitablemente un postulado político que deviene en una ética. ATP surge de una crisis creativa de Tamara Cubas y como ella misma dice “…es el resultado del último proceso de investigación sobre el porqué y desde dónde habitar la escena, el tiempo y el espacio. Cuando no tengo nada nuevo que decir, pero igualmente sigue teniendo sentido ocupar ese lugar…”

Tipo: Crítica / Autor: Hayde Lachino / Medio: Tiempo Libre. México

PERRO RABIOSO

ATP 

Una exploración sobre el porqué y desde dónde habitar la escena, el tiempo y el espacio constituye la propuesta de ATP, pieza de danza contemporánea de la coreógrafa Tamara Cubas que se presentará en el Salón de Ensayos de la Dirección de Danza el 7 y 8 de abril a las 19:00 horas.

ATP, una exploración sobre el habitar la escena, el tiempo y el espacio

Una exploración sobre el porqué y desde dónde habitar la escena, el tiempo y el espacio constituye la propuesta de ATP, pieza de danza contemporánea de la coreógrafa Tamara Cubas que se presentará en el Salón de Ensayos de la Dirección de Danza el 7 y 8 de abril a las 19:00 horas.

Luego de ofrecer temporadas en Uruguay, Argentina y Brasil desde su estreno a finales de 2008, la pieza de la compañía Uruguaya Perro Rabioso ofrece un inquietante planteamiento: aquel momento “cuando no tengo nada nuevo que decir, pero igualmente sigue teniendo sentido ocupar ese lugar”.

Por medio del entrelazamiento de una serie de imágenes visuales y sonoras, tres cuerpos realizan una serie de pruebas físicas siguiendo instrucciones en común.

El universo sonoro –diseñado por Francisco Lapetina– se constituye mediante la captación y manipulación de los sonidos que producen Mariana Marchesano, Santiago Turenne y Niguel Jaime, los tres bailarines en escena. 

Para la compañía, parte del planteamiento de la pieza se sintetiza en una cita de Roland Barthes: “Todo discurso tiene la idea implícita o inconsciente de apuntar al otro como blanco, es decir, como objeto poseíble, transformable. No habría discurso sin esperanza, hablar es esperar”.

Propuesta experimental

Recientemente, la Dirección de Danza convirtió su Salón de Ensayos en un espacio alternativo para propuestas arriesgadas, novedosas y experimentales a través de un programa de curadurías donde diferentes coreógrafos articulan programas dancísticos temáticos.

En ese contexto, ATP encuentra lugar en el nuevo escenario universitario que, de acuerdo con Cuahtémoc Nájera, titular de la Dirección de Danza, es “un espacio alternativo que ofrece grandes posibilidades de crear fuera de las convenciones, con una total libertad”.

En la pieza resalta una fuerte influencia de las artes visuales. La dicotomía entre la representación de una coreografía y el carácter circunstancial del performance se encuentran de frente.

En el escenario, un enorme cubo blanco, los bailarines siguen una lista de instrucciones y acciones que parecen no tener una razón: se cruzan, se miran, se ignoran, se tocan y desvisten. El sentido del planteamiento apunta hacia la idea de que muchas de las acciones en la vida tienen sentido sólo para quien las realiza.

Por otra parte, explora la naturaleza del cuerpo por medio de una desnudez desprovista de carga erótica, incluso cuando los tres cuerpos desnudos, yacen uno sobre otro, boca abajo. 

Especializada en multidisciplinas escénicas, arte y tecnología, Tamara Cubas ofrece a través de esta propuesta al lado del colectivo artístico Perro Rabioso una pieza que desgasta los linderos entre las disciplinas y los géneros. 

El adenosín trifosfato –ATP– juega un papel fundamental en la obtención de energía celular. Y, como las acciones de las personas, representa un proceso complejo y sorprendente para la coreógrafa.

Medio: Difusión Cultural UNAM, México  

ATP Bienal del Caribe

En ATP no hay hilo narrativo, ni tema, ni siquiera progresión formal. Tan sólo una serie de instrucciones escritas en una hoja fijada sobre la pared que indican el principio y el fin del espectáculo. Dos hombres, una mujer, para una coreografía casi molecular como el ATP (trifosfato de adenosina) que da título a esta pieza y que transporta la energía necesaria para que las células produzcan las reacciones químicas. 

En el espacio blanco, los cuerpos responden a impulsiones viscerales, se encuentran y se separan, se descubren o se exploran, se amontonan o se dislocan. En el escenario inmaculado a veces las miradas dicen más que los gestos, la vocalización parece imposible, las relaciones son enigmáticas, como si no tuvieran substancia. La coreografía, muy gráfica, abre perspectivas hacia otra percepción corporal, como lo demuestra la elaboración sonora, un proceso en vivo y en directo que retoma y amplifica el ruido interno y externo de los bailarines.  

SENSACIONES Y ENSAYOS SOBRE EL Cuerpo

En el marco del Festival Internacional de Buenos Aires, ATP, la obra de Tamara Cubas, desbordó energía y desplegó incertidumbre.

ATP es al mismo tiempo un juego y una investigación con y sobre el cuerpo. Un derroche de energía corporal que subyuga, fascina y desconcierta. Como gran parte de la danza contemporánea, prescinde de una tesis a priori o de una historia dramática a resolver, y se postula en su especificidad: carne con capacidad de movimiento. Lo que no implica, sin duda, que la obra presente una idea subyacente: la centralidad del cuerpo como ser-actuante autónomo, independiente y anterior a toda facultad de raciocinio que permite no sólo la percepción del mundo sino la comunicación y la posibilidad de –a pesar de Lacan y al amparo de Merleau-Ponty– constituirnos en sujetos con anterioridad al lenguaje. No es casual que la única acción que no realicen los protagonistas sea el acto de habla.  

La presencia de la hoja de ruta, de las rutinas escritas que cada uno de los performers sigue una vez que las pegan en los blancos paneles, no invalida de modo alguno lo planteado; por el contrario, sugiere la disociación que existe entre lo escrito y lo realizado, la falta de correlación entre la orden y el movimiento efectuado, la imposibilidad de la traducción exacta del lenguaje a la acción. Entonces, al mismo tiempo, a partir y pese a la rutina, dos hombres y una mujer (de)muestran la experiencia del cuerpo vivido, del cuerpo experimentado: minimizan y maximizan, ensayan y fortalecen, y comprueban y desafían sus posibilidades expresivas.  

Así, experimentan la fugacidad del fenómeno perceptivo, su condición de inasible, su variabilidad e inestabilidad, su constitución y su renovación a cada instante, su inscripción en un puro presente. Por eso sus cuerpos, vestidos y desnudos de modo intermitente, se hacen y se deshacen, se crean y se recrean –se inventan–, y se invisten de sentido de modo continuo, o derivado, como diría Derrida. Desplazamientos, corridas, traslaciones, caídas, caminatas, sacudidas, saltos, contorsiones, sacudidas, maniobras alarmantes, esperas, arrebatos y sonidos guturales ponen en acción los músculos de los bailarines.

De este modo, cada uno de ellos transita su cuerpo vivido de manera única e intransferible. Ensayan, prueban, sienten, exacerban o simplemente practican o dejan que sucedan movimientos corporales tanto involuntarios –la respiración, los latidos del corazón– como voluntarios. Entre estos últimos, se produce una permanente oscilación entre los que todas las personas somos capaces de hacer, como caminar, saltar, desplazarse, parpadear, correr, tomarse el pulso, acariciar, y aquellos que sólo profesionales de la danza pueden abordar; esos movimientos en los que se luce el profundo conocimiento de la expresión corporal y se verifica el estudio, la disciplina, la rigurosidad y la precisión de la danza. No obstante, unos y otros, sin duda, están atravesados por el arte. Nadie que no estuviera entrenado podría realizar los movimientos “naturales” o habituales del cuerpo tal como ellos, estos fantásticos y audaces intérpretes –Mariana Marchesano, Miguel Jaime y Santiago Turenne– los llevan a cabo.

Y como el acento está puesto en el cuerpo, el resto de los denominados artificios teatrales –escenografía, iluminación, vestuario, efectos especiales, y habría que agregar tecnología multimediática, tan de moda por estos días, y a veces utilizada sin sentido o para decorar un espectáculo que de otro modo no lograría sostenerse– están reducidos. El cubo perfectamente blanco donde se lleva a cabo la acción y la iluminación no focalizada pretenden hacer del cuerpo un ser-transparente, es decir, que se vea en todo su esplendor. Esplendor que se aleja de los cánones del glamour teatral a lo Broadway; se trata más bien de un esplendor natural que es propio del cuerpo, que le es inherente. Por eso sería absurdo bajar la intensidad lumínica cuando los cuerpos aparecen desnudos, o virarlas al rojo, como lo ha establecido Hollywood en sus películas cada vez que tiene lugar una escena de un supuesto “alto voltaje erótico”. 

En ATP, los cuerpos no están erotizados. La desnudez no tiene el fin de configurar a estos cuerpos como objetos eróticos. Ellos parecen, por el contrario, exentos de toda pulsión erótica (los hombres no pretenden conquistar a la mujer ni enfrentarse por su causa, ni ella seducirlos), y por ello no están investidos de intencionalidad sexual alguna. Se trata más bien de cuerpos que se hacen cargo de sus especificidades y variedades genitales pero en el orden del juego que propone la obra, alejado de todo tipo de connotación sexual convencional. De hecho, ninguno de los tres cumple con los roles tradicionales asignados al hombre y a la mujer. Por eso ella es, en varias ocasiones, tan violenta como ellos en sus movimientos y no recibe de parte de los hombres, cuando la arrojan al suelo o la persiguen, ningún tipo de trato diferencial. Y por eso no les resulta problemático, más allá de la mirada de asentimiento que cruzan la mujer y el hombre que está de pie, que éste se acueste desnudo sobre el otro, también sin ropa, que yace boca abajo sobre el blanco del piso. Y aunque parezca lo contrario, ni siquiera en este momento se juega con la ambigüedad sexual (ellos tampoco intentan conquistar o seducirse). La intimidad que consiguen en esta escena, sin duda impactante, en que los tres permanecen acostados unos sobre otros, tampoco responde a una intencionalidad sexual; se trata más bien de vivir la experiencia perceptual del roce.

La tensión sexual que se genera en ciertas ocasiones se corresponde con el resto de las tensiones presentes a lo largo de la obra: todas se manifiestan en el cuerpo y son del orden de la percepción sensorial. Las tensiones se constituyen en la relación que los tres cuerpos establecen; en el binomio vestido-desnudo; en el contraste entre el sonido manipulado y el silencio; entre la distancia de la orden escrita en la rutina y su cumplimiento. La intimidad lograda en la escena mencionada, que es previa al final, presenta una evidente connotación freudiana: la mujer viste el culotte para remarcar que carece de falo. Pero su tratamiento responde a lo explicado. La penetrabilidad en el cuerpo del otro está más relacionada con la lucha por el espacio, presente en toda la obra, que con el coito.

El cuerpo está allí, vestido y desnudo, en quietud y en movimiento, e investido de una pretensión de naturalidad anterior a toda libido. Allí están los músculos que se contraen y se distienden, que se exigen y descansan; los movimientos agresivos y los calmos; las aceleraciones y el vértigo; las corridas en círculo, los choques, las direcciones, los apresuramientos y las esperas; y los actos de vestirse y desvestirse, entre muchos otros. Se trata de un cuerpo que se magnifica a partir del plano sonoro: el sonido funciona como garantía del cuerpo experimentado y responde a la lógica de la percepción propuesta. Por eso la captación de los sonidos que el cuerpo produce, realizada por los mismos intérpretes a partir de micrófonos de largos cables que se enredan e interactúan con sus propias anatomías, está manipulada, amplificada, distorsionada, hiperbolizada. Francisco Lapetina, responsable de esta área, realiza su trabajo en vivo y logra que escuchemos cómo “suena” el cuerpo humano: el ruido que se genera al dar un paso, al acariciar la piel y los vellos púbicos, al respirar, al jadear, al rozarse. También se encarga, de modo impecable, de que escuchemos cómo suena el propio sonido –lo que llamaríamos el aspecto autorreflexivo de la materialidad sonora–: cómo los micrófonos se acoplan, el ruido que provocan cuando se los arrastra o cuando golpean contra el piso, o el que producen cuando los intérpretes los hacen girar en círculos por el aire a distintas velocidades.

Tamara Cubas, de amplia trayectoria en el campo de la danza contemporánea, la performance y la video-danza, mentora y directora del proyecto –que se enriqueció con los aportes de todos los participantes y de los privilegiados primeros espectadores de los ensayos–, presenta una obra audaz e incierta, original y de una fuerza avasallante, casi de sesgo cinematográfico experimental por las imágenes que recrea. Con una apuesta corporal arriesgada y provocadora, poco común en el teatro rioplatense –en este sentido se acerca a Maneries, de Luis Garay, hasta hace poco en cartelera– y una notable sensibilidad para sentir, percibir y transmitir el comportamiento del cuerpo humano, asombra al espectador y, como diría Baudelaire, desembota sus sentidos, que es también la búsqueda o la propuesta interna del montaje. Sin duda, la entrega y la versatilidad de los bailarines hacen honor al título de la obra, que gastan y reactivan de modo permanente esas moléculas de trifosfato de adenosina –cuya sigla en inglés se corresponde con el nombre de la obra–, que son las encargadas de generar y transmitir la energía a todo el cuerpo. También, y en un exceso de interpretación del que me hago cargo, ATP podría significar “Apto para Todo Público”, es decir, para aquel auditorio ávido de sorpresa, que debería ser, en principio, todo 

Tipo: Crítica / Autor: Leonardo Maldonado /  Medio: http://www.ruletachina.com  / Octubre 2009

EL PERMISO DE SENTIR

Obra de Tamara Cubas, interpretada por la Compañía Perro Rabioso, dentro del FIBA VII Festival Internacional de Buenos Aires

El espectador no debe amargarse si luego de ver atp siente que no lo conmovió, ni tampoco privarse de un enojo porque encontró que la propuesta esta vacía de contenido. Porque debe saber que esos son algunos de los tantos riesgo que corre la coreógrafa Tamara Cubas con su obra.

Los movimientos, luces, espacio y sonido, están planteados para provocar sensaciones. Y esas sensaciones pueden ser la risa, la angustia, el asombro y hasta el aburrimiento, el tema es que el espectador se permita sentir lo que cada momento del espectáculo le brinda, sin aferrarse a formatos pre-determinados.

Una tenue y agradable penumbra es trocada imprevistamente por una luz refulgente y expositiva, que alumbra un aséptico e inmenso cajón blanco en donde dos hombres y una mujer tendrán que ir resolviendo las propuestas que de antemano la coreógrafa les dejo en un papel, y que ellos se enteran en ese momento. Así sin línea prefijada atp ofrece una serie de cuadros de variada intensidad que se entrometen con diferentes manera de sentir y estar con el otro. El sonido es un elemento fundamental en la obra porque es provocado por la distorsión de las distintas sonoridades que provocan el cuerpo de los bailarines, ya sea cuando caminan, corren o caen, como así también su respiración, o cuando son pasados los micrófonos por distintas partes del cuerpo. El encargado del arte sonoro, Francisco Lapetina, realiza un trabajo de una fina percepción.

El expuesto trabajo de los bailarines Mariana Marcehsano, Miguel Jaime y Santiago Turenne es de una alta entrega, tanto corporal como técnica.

atp es una obra para observarla sin preconceptos y dejarse llevar por lo que ella le brinda.

Tipo: Crítica  / Autor:Gabriel Peralta / Octubre 2009