¿Cómo responder las preguntas que no fueron nuestras y ahora lo son?, ¿Cómo lograr que nuestros cuerpos se congreguen a celebrar el encuentro sin luto, sin tormenta?.
Lo que nos implica en este espacio es la evocación, una escritura que se borra sobre la arena, que ahonda en lo profundo del desierto y vuelve a la superficie. Una forma de habitar el cuerpo más que la geografía, de vivir el evento, más allá o más acá, de la estadística.
Lo que presenciamos puede tener cualquier otro nombre, puede fallar, puede no ser, pero siempre resistiendo el intento de encontrar poesía en lo vivo que subyace a los restos. Apostando por el cadencioso ritmo que se impone al estridente paisaje, al sin sentido, a la barbarie que detona el ejercicio del poder en todas y cada una de las cosas: porque se puede, porque se pudo y porque, tal vez, siempre se podrá.
Intento que desaparecen el rastro y la certeza, momentos que nos permitirán sentir la brisa en la piel, después del incendio.
Gabriel Yépez