formas de la ausencia

Exposición Individual

Tomar posición…Practicar una grieta, una fisura en un estado ineluctable. Inventar, afirmar una forma, pero como en negativo. George Didi- Huberman

La puesta en relación de estas acciones –éstas que percibimos en forma de imágenes, videos, fotografías, textos, pero que sobre todo son acciones– enuncia una constelación de ausencias y afectos que implica”un remontaje del tiempo padecido”;.1 

Ellas dan cuenta de los “ritos de pasaje”, de los actos de duelo que Tamara Cubas emprendió con su familia para conjurar el olvido, para dar forma a una ausencia. Dar forma a la ausencia es un gesto arcaico y fundante, como explicita aquel relato de Plinio el Viejo en torno al trazo de la doncella de Corinto por ausencia de su amante, dando lugar al origen vestigial de la pintura. Por ello, es también un trazo de restos, un gesto melancólico, un acto de duelo. En la voz de Didi-Huberman, el gesto morfológico y artístico es siempre “la supervivencia fantasmática de una desaparición”.2 

En abril de 1975 tuvo lugar la desaparición forzada de Omar Cubas, el tío de Tamara y Leticia; el hermano de Luis, de Mirtha, de Elsa, de Mireya; el hijo de Elida. Y el exilio también forzoso de prácticamente toda la familia Cubas. Alrededor del 2009, Tamara emprende una serie de acciones consigo misma y con su familia, generadas por la perturbación de aquella ausencia. Veinticinco años después, ya en democracia, los integrantes de la familia presentan ante un juez la declaratoria de desaparición de Omar Cubas. 

Las primeras acciones propuestas por Tamara y realizadas en el entorno familiar, implicaron la recuperación de narrativas, de cartas; la producción de nuevos relatos, de acciones, de trazos cartográficos. Abrir el baúl donde Elida atesoraba la cruzada de cartas sostenida entre sus hijos y nietos. Ubicar sitios en Montevideo, escuchar de viva voz de los protagonistas qué había ocurrido allí, qué experiencias marcaron sus vidas en los años difíciles de la dictadura cívico-militar que vivieron los uruguayos, entre el 27 de junio de 1973 y el 28 de febrero de 1985. Fue emergiendo así un archivo familiar de documentos recuperados por el arte de hacer contar la experiencia. Pero también emergieron acciones y apuntes ensayísticos que Tamara -performer y coreógrafa- emprendió implicando su propio cuerpo en la obstinada necesidad de saber qué le sucede a un cuerpo en la caída, cómo habitar la horizontalidad, cómo experimentar la pérdida del control corporal e imaginar una disolución, una des-figuración. Estos dos niveles de registros, el documental y el ficcional, dieron pie a una plataforma archivística que Tamara tituló La Patria Personal. 

Pero si bien fue éste el primer tejido de experiencias, de afectos, de encuentros y relatos que propició a la familia Cubas enunciar el dolor y hacerlo público, La Patria Personal fue también la matriz que hizo crecer y transformar numerosos actos, acciones, obras de distintos formatos: éstas que están aquí ante nosotros como huellas de todo lo que nos acontece en tiempos oscuros. 

 La puesta en relación de las acciones-obras que conforman Las formas de la ausencia, no está dirigida a recuperar “por semejanza” lo perdido, no pretende mostrar una forma específica, una imagen única, sino un tejido de añoranzas y deseos. La forma no se cierra sobre ninguna imagen del desaparecido, no busca atrapar su inquietante aleteo fantasmal. Sabiendo sobre todo que ninguna imagen restituye, que se puede apenas persistir en el dolor y el amor que funda el duelo para exhumar la ausencia y darle un cuerpo de afectos que conjure una segunda desaparición. No se apuesta a la representación fantasmal de la desaparición, sino a la huella y diseminación del acontecimiento en los que sobreviven. Y al apuntar cuánto se pierde cuando la vida debe imponerse como sobrevivencia en la fragilidad de los exilios, se insiste también en lo que sobrevive, lo que nos sobrevive por la persistencia de los afectos pese a todo lo sufrido. 

Walter Benjamin nos ha regalado dos potentes metáforas que quizás nunca antes fueran tan necesarias, tan urgente recuperarlas y hacerlas nuestras. Una, es su reflexión sobre la posible relación entre narración y los procesos de curación, y que deseo retomar como una interrogante respecto a la posible relación entre narración y duelo (no curación). La otra, es su afirmación de que para conocer las “circunstancias” debemos comportarnos como excavadores, desenterrar una y otra vez, revolver como se revuelve la tierra, porque sólo así podremos arrancar alguna luz y alguna imagen que nos permita entender lo que somos, y agrego: los pedazos que somos. 

Qué desenterramos, qué fantasmas, qué ausencias convocamos en el acto de excavar aquí hoy nuestras propias “circunstancias”, abriendo los ojos y tomando posición. 

1 Citando a Didi-Huberman (2015), en sus reflexiones en torno a la producción de Harun Farocki, Remontajes del tiempo padecido. El ojo de la historia, Biblos, Buenos Aires. 

2 Georges Didi-Huberman, (2008), Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Adriana Hidalgo, Buenos Aires. 

3 Walter Benjamin, (2011). Denkbilder. Epifanías en viajes, El Cuenco de Plata, Buenos Aires. 

Ileana Diéguez Ciudad de México, agosto 2015.

Obras

Casa de la Cultura de Tlalpan, México 2015


Exposición individual: Formas de la Ausencia / Curadudía Ileana Dieguez, Producción: Hayde Lachino