Mujer cuerpo
Hay viajes y hay travesías; el primero implica una cartografía elegida con libertad y transitada con deseo (mismo cuando el viaje provenga de un deber), el segundo, no obstante – la travesía – implica un atravesamiento geográfico y geopolítico cuyas condiciones varían de acuerdo a las circunstancias humanas, entre miles de variables.
Qué sucede con el individuo, y más precisamente, la mujer, a lo largo de una travesía impulsada por una fuerte necesidad de dejar un origen conflictivo para arribar a un destino deseado, anhelado, fantaseado, imaginado, como un lugar de salvación.
Las condiciones de estas travesías suelen ser terribles y las historias de sus fracasos, nefastas y bien conocidas. ¿Qué motiva a una mujer sola, a menudo con las espaldas cargadas de crías pequeñas, a someterse al naufragio anunciado? ¿Qué la hace creer que ella no naufragará, que su historia será diferente? ¿Qué está dispuesta a perder, a cambiar, a negociar, a morir, para asegurarse de cumplir esta travesía? Si la mujer que emprende esta travesía se hiciera todas esas preguntas y contemplara sus respuestas, posiblemente no se moviera. Pero hay un deseo que pulsa, empodera, enloquece y empuja al cuerpo para que accione y no razone. El raciocinio es el enemigo de la travesía. El cuerpo silente es el absoluto protagonista, hasta que se encuentra en estado de agotamiento absoluto. Si llega a rozar el umbral de la muerte, se activa la razón, en su estado más vital, más esencial, más puro y necesario.
Al borde de la locura, la razón nunca fue tan lúcida.
Esta obra sobre las travesías de mujeres migrantes en el mundo, es en sí un viaje mismo, ya que para crearlo, generarlo y alimentarlo, la artista Tamara Cubas viaja a distintos países para realizar los procesos creativos que concluirán con la instalación.
En cada país ella se encuentra con mujeres migrantes que llegaron allí bajo distintas circunstancias, aplica en esos encuentros unos “dispositivos de relación” en donde trata de generar una vinculación honesta y real con la otra persona, para verse, a sí misma, afectada y tocada por este diálogo.
Luego se encuentra con el dramaturgo Gabriel Calderón y se crean allí los textos, provenientes de esos encuentros, que luego formarán parte de la instalación. La naturaleza de dichos textos escapan del tradicional testimonio, y tratan de abordar y sumergirse en las distintas complejidades y temas que surgen de las travesías femeninas en el mundo.
La instalación luego se compone de crea con una reproducción de un desierto de sal, creado con toneladas de sal real, en donde montículos de distintos tamaños emiten los textos creados que fueron previamente grabado con mujeres de cada región en la que se realizó parte del proceso.
Es una instalación, una obra viva, permeable, de alguna manera, líquida, en la que continuamente a medida de que se realizan más procesos en distintos países, nuevos relatos entran al desierto de sal y otros salen, un continuo ir y venir de historias y voces que no para de retroalimentarse.